En tiempos de crisis (como estos), es cuando más necesitamos disponer de un completo sistema de gobierno eficaz. Con capacidad de contrapesar poderes, de encontrar soluciones a los problemas, de propiciar sinergias y encuentros. Algo que funciona en una familia con problemas, en una empresa con dificultades, en un país con crisis.
La Monarquía vuelve en su momento como mal menor (el franquismo tampoco la quería, y Franco dudó tanto en ponerla, como sobre en quien depositarla) y se posa en la Constitución con una limitación lógica para ser asumida por la izquierda e incluso por la derecha. Ni gobierna ni manda ni gestiona.
Por eso el Rey se está metiendo hasta donde no le llaman en su labor de intentar el consenso, por muy necesario, sin duda, que este sea. Ya le han avisado en voz alta desde el Gobierno, ni está llamado ni se le espera, en una frase de la Vicepresidenta tal vez muy poco afortunada con la que está cayendo, aunque lógica para marcar el papel de cada uno en la gestión de ¿gobernar?.
Si tuviéramos una República, con un Presidente bien recogido en la Constitución, hoy él presionaría el consenso desde la ley y la obligación. Con la Monarquía, todo el peso recae sobre el Presidente del Gobierno, y si sale la nuez cocona, hay que joderse y punto pelota, en este caso hasta dentro de casi 3 años.
Podemos entender que la actual labor mediadora del Rey está llena de buenas intenciones, y que incluso si lograra su objetivo sería un éxito para la sociedad o lo que es lo mismo, si no le dejaran lograr su objetivo sería un desplante y un mal paso. Pero el papel del Rey, nos guste o no, tiene unos límites, y traspasarlos y dejarlos traspasar, es un error mayor que el del Rey intentando con su buena fe lo que no puede hacer.
En estos momentos es inadmisible que Rajoy no haya presentado una moción de censura o que bien no se avenga a reunirse urgentemente con Zapatero para buscar el consenso, cediendo sus razones electorales para otro momento. El término medio de esperar como una vieja (con perdón) a que pase el féretro del PSOE (si, del PSOE y no el de Zapatero) es muy arriesgado para España.
Rajoy debería presentar una moción de censura, aun sabiendo que la va a perder, para presentar su programa de recambio, para enseñar las cartas de sus futuros ministros, para ofrecer soluciones nuevas. Aun perdiendo en la votación del Congreso, Rajoy ganaría en su partido y ante la sociedad. Demostraría que existen otras formas de hacer política, los ciudadanos conocerían a otros responsables concretos para las responsabilidades ante la crisis, y forzaría al PSOE a buscar alternativas distintas a las del PP para resolver la grave crisis o se le podría acusar de que hace políticas del PP, copiadas a Rajoy tras su presentación.
El PSOE ante la moción siempre saldría perdiendo, por lo que está encantado de conocerse con un Rajoy tan simple. Aunque sin duda, en estos momentos de dudas y crisis, el espectáculo de una moción de censura en toda rebla, tensaría las cuerdas durante semanas de forma excesiva.
Un Presidente de República tendría la obligación de mediar e incluso de presionar para convocar elecciones anticipadas, dependiendo del papel que tuviera asignado en una Constitución reformada. El engranaje de estos poderes puede ser más complicado si no se gestiona bien el poder durante tiempos normales, pero ser un contrapeso muy necesario en momentos de crisis.
Por cierto, el puesto de la Vicepresidenta Primera es complicado y huele a quemado, con frases fuera de lugar.