Mientras no asumamos todos, repito, todos, que el desempleo es un problema de Estado, tan grave como el mayor problema que pueda tener una democracia, no seremos capaces de buscar con toda la fuerza posible, una solución al mayor problema endémico en la economía española.
No es la primera vez en nuestra joven historia democrática, que el paro marca la agenda política con cambios de partido en el gobierno tras elecciones anticipadas. No es la panacea, pero hasta ahora era la solución encontrada por el bien de la sociedad.
El desempleo es el mayor problema en la España del nuevo siglo
Un claro error que partía de la incapacidad. ¿Qué somos capaces de ofrecer hoy como solución?
Los Pactos de la Moncloa (malos pactos vistos desde la óptica de aquellos años, excelentes revisados desde la memoría histórica de la transición) crearon una nueva forma de entender los problemas. Se hicieron desde la prepotencia de un Gobierno y con una recién nacida democracia imperfecta para este país, pero se hicieron desde la generosidad y la responsabilidad.
Hoy, pensar en pactos de gran calado es impensable. Pero los problemas indican que la sociedad va camino del caos.
No es insultante nombrar el caos.
Baste decir que incluso los Centro Ocupaciones Socio Laborales, están teniendo graves problemas para realizar su tarea. Y quien entienda de esto entenderá lo que representa que los jóvenes apartados de la vida escolar por sus particulares características, no puedan insertarse en la sociedad tras estudiar una profesión. Si, son una minoría. Pero son la punta de una gran masa compleja de jóvenes abandonados al paro, que representan a la sociedad que gobernará España en el 2030/40. Que la gobernará en la microeconomía del consumo, en el trabajo, en la justicia, en el gobierno legislativo, en las escuelas, en la cultura.
La vamos a entregar hacia el gobierno de la sociedad con una década vacía en su haber (y en su debe), sin invertir, sin ahorrar, sin trabajar, sin consumir, sin independencia familiar, sin hijos como recambio generacional, sin reconocimiento propio y ajeno, sin formación suficiente pues se habrá quedado obsoleta antes de poderla poner en práctica, sin ganas ni referente moral por el esfuerzo y el trabajo bien hecho.
Hoy he estado con jóvenes médicas en paro, asistentas sociales, terapeutas, veterinarios, geriatras, traductoras, carpinteros. No he estado en la oficina del paro. Nos hemos juntado por desgracia en un entierro y eran los hijos e hijas de mis amigos.