Inexplicablemente la hoja quedó atrapado ella sola, y después de estar toda la primavera y verano haciendo bien su trabajo desde el árbol, llegó el inevitable momento de su caída y el destino no le dejó cumplir con su marcado futuro.
No llegó al suelo.
No sabemos —ni ella ni yo— cuanto tiempo aguantará en esta posición; yo todas las mañanas la veo a través de mi ventana del trabajo y la sonrío; ella acostumbrada a las nieblas no lo hace, pero ayer brillando ligeramente por un sol que quiso pintarla, se atrevió a dar matices alegres a la alambrada.
Nunca se sabe cuando se muere del todo.
Siguió casi viva después de muerta, porque quedó atrapada a la vista de los demás; porque no quedó perdida entre miles de iguales hojas en el suelo, listas para ser pisadas y recogidas.
No sabemos —ni ella ni yo— cuanto tiempo aguantará en esta posición; yo todas las mañanas la veo a través de mi ventana del trabajo y la sonrío; ella acostumbrada a las nieblas no lo hace, pero ayer brillando ligeramente por un sol que quiso pintarla, se atrevió a dar matices alegres a la alambrada.
Nunca se sabe cuando se muere del todo.
Nota.: Esta hojita, amiga de un tiempo, la viví en el año 2009, hace un siglo, una vida. Yo estaba en otros mundos de todo tipo. Curiosamente ahora en 2024 la recojo y le vuelvo a dar velocidad, principalmente en su recuerdo. Y en el mío. Sé perfectamente en cuantos momentos la seguí y desde dónde. Con qué personas. Otros tiempos…, sin duda.