Una vez que Cuatro ha dado el primer paso e inevitablemente dejará de ser una cadena posada y progresista, con posibilidades de competir por el mismo segmento sociológico que la Sexta, esta dispone de más aire a su alrededor para crecer.
Una fusión entre Antena3 y la Sexta no aporta nada que no sea viabilidad económica en el corto plazo. Pan para hoy, hambre para mañana si no saben gestionar la fusión, como no supieron gestionar los inevitables pero previsibles cambios en los medios de comunicación audiovisuales.
En las fusiones siempre producen problemas importantes las incorporaciones y mezclas de las distintas plantillas laborales. Sobre todo desde los mandos intermedios hacia arriba. Con ello no se va a conseguir una calidad mejor en el corto plazo, luego es posible que surjan turbulencias de complicada gestión en un mercado tan sensible a las gestiones irregulares.
No siempre 15 más 7 dan 22. A veces en la suma se producen errores; yo me llevo, tú te llevas, un mal apunte, un error de cálculo.
Las fusiones no existen, sí las absorciones. Alguien dejará de ser. Y eso es duro de asumir por quien lo sabe de antemano.
Zapatero creó a la Sexta para tener una balanza más ajustada; si ahora se le mueven los platillos, nadie podrá decir que no lo avisamos, y se podría dar la casualidad de que alguna otra televisión pudiera surgir en un futuro próximo, recompensando (de compensar mejor) otra vez el mercado, tras las fusiones. Sobre todo si tras el 2011/12 vuelve a gobernar el PSOE con o sin Zapatero.
Mezclar aceite con agua no produce ni más agua ni más aceite.
A la Sexta tras la fusión de Cuatro, le puede interesar quedar como la única cadena de izquierdas. Ya, lo sé. Las deudas por sus juegos deportivos le llevan de mal traer. Pero sumar deudas no es lo mejor para edificar un nuevo edificio.