Irán se prepara con sangre a encontrar sus cambios políticos. Todo camino de ruptura política es sangriento y los de reforma muy lentos. El de Irán parece ir caminando por el primero, entre unos dirigentes anclados en una religión tremenda, con unas ideas belicosas y antisociales, sin libertades suficientes, sin deseos de reformas reales.
Pero el problema de Irán es muy grave, mucho más que el de unos disturbios que se saldarán con bastantes muertos según vayan avanzando los deseos de libertad. El problema de Irán es histórico y sus soluciones muy complicadas.
No podemos olvidar que Irán llegó a ser un país muy occidentalizo, con universidades muy modernas y un nivel de vida aceptable en donde la mujer disponía de unas libertades que hoy ni tiene ni puede recordar. Las madres y/o abuelas de los jóvenes actuales conocieron un Irán muy distinto al actual.
El Sha de Persia con su caída junto a unas malas políticas occidentales para esos territorios, dejaron asentarse los actuales problemas de todo tipo, convirtiendo aquella zona en un polvorín muy peligroso.
Hoy toda intervención, de todo tipo, incluso de ayuda humanitaria o de apoyo a las fuerzas sociales que quieren un cambio, es peligrosa. Por que no podemos olvidar que a veces, cuando surgen peligros internos que no se saben resolver, algunos dirigentes terminan por crear peligros externos para acallar las voces discrepantes interiores.
Contra más duras sean las amenazas externas, más callados y con más apoyo se retiene a las fuerzas internas.