Tras la caída de los Reyes Magos uno esperaba ansioso la otra caída de Reyes como juguete que se rompe en Navidad, para regocijo de el pópulo.
Pero ha sido el truco del almendruco del mago que acierta el núemro de Navidad el que nos ha tenido que caer roto en mil pedazos, para fastidio de esta Navidad de crisis.
Uno desea que sigamos siendo niños para mantener esa inocencia idiota pero casi limpia, aunque ya Serrat no avisó de que algunos de ellos estaban locos. Y uno cree en la Lotería (pues va a ser que no), en Papa Estado (peor me lo pones) o incluso en el mago de Navidad.
Ahora resulta que el mago listo que adivina siempre el número de la lotería, es un tramposo. Yo creía que era una buena persona que sabiendo el número lo dejaba para los pobres de solemnidad, que es a quienes siempre les toca la lotería que sale por la tele.
Si además de tramposo es un casposillo que no tienen la elegancia del Brake aquel que ponía seriedad para demostrar que incluso (o sobre todo) en el engaño hay que mentir con las formas, se le desmontan a uno las ilusiones.
¿Y si Zapatero no fuera socialista?
¿Y si Juan Carlos no tuviera la sangre azul?
¿Y si Iglesias decidiera en el último momento no irse a Bonansa?
Casi me quedo con el mago del abrecartas fulero.