Risto es una de esas personas que o amas o odias. Su forma de hablar y de expresarse y la temática en la que se suele mover para argumentar no deja indiferente a nadie.
Conocido por decir “las verdades que nadie quiere decir ni oír” con el lenguaje que nunca se debe utilizar, Risto es una de esas personas con las que pueden empatizar cuando concuerdas, cuando te das cuentas de que en su pequeño cerebro de humano la lógica impera, y que sus formas son lo de menos, una simple forma de gritar al mundo y hacerle despertar, de (aunque esto parezca extraño) humanizar los hechos.
Sin embargo, lo que Risto construyó con su personalidad ha sido explotado de igual forma que ya hizo Buenafuente con el Neng. No sé si a propósito o de forma indirecta, Risto a seguido explotando la peor parte de su personalidad, las malas formas, por ser lo que realmente vendía a las estúpidas masas que aportan dinero a través de audiencias. La razón se fue al garete, como debía haberse ido él tras OT.
La temática actual de su nuevo programa no es más que un conjunto de opiniones personales disfrazadas de neutrales, programadas por un conjunto de guionistas tras las cámaras y expuestas con el simple motivo de seguir vertiendo mala lengua por la televisión. Una forma de expresar una personalidad, venderla como transgresora, y por tanto como verdad, es algo deplorable. ¿Porqué narices tiene que tener el señor Risto media hora para verter sus opiniones sesgadas (del palo que sea, me la suda), sin ningún tipo de contrapensamiento?
Risto no es tonto, no nos engañemos, ni es malo, ni pérfido, y todo es un maldito papel, no digo que no. Pero de igual forma que un escritor puede hacer una mierda de personajes cuando no sabe escribir, Risto ha perdido el norte con su personaje, un muñeco con su brazo por el culo, contorneándose al son de lo que el verdadero quiera menear. No me vale la tontada del personaje.