Es un asunto poco hablado por respeto, pero tras unos años de crecimiento y por lógica de la vida, los creadores de contenidos en internet vamos haciéndonos viejos y en algunos fatídicos casos, falleciendo, dejando en internet rastros y textos.
Se queda tras este inevitable hecho un vacío pero también unos contenidos publicados en internet que nadie sabe qué hacer.
Incluso muchos familiares desconocen todos los accesos, blog o páginas web abiertas por el difunto, con unos contenidos que se quedan huérfanos.
Si estas páginas tienen unos contenidos que generan visitas, aunque no haya nuevas entradas, no desaparecen de los buscadores, bajan de posición pero siguen alimentándose ellos mismos, incluso de comentarios si no están cerrados con moderación.
Lo mismo sucede con los correos y las direcciones.
El fallecido puede tener una decena de direcciones que le siguen generando correos automáticos, subscripciones, y que pueden llenar los servidores poco a poco al no ser recogidos.
Están también los derechos de autos, para aquellas personas que publican en internet contenidos con un cierto valor añadido. Estos derechos nadie los controla, estos contenidos de internet pueden ser copiados, distribuidos, sin ningún control.
Tras el fallecimiento de los autores, y sin una legislación clara y una decisión de estos de qué hacer con sus contenidos en internet, queda el vacío. Las familias se despreocupan y no saben ni qué hacer ni cómo enterarse de toda la red que el difunto ha podido tejer en internet.
Beno, no planteo que cada uno de nosotros prepraremos la muerte en internet, sino que reflexionemos sobre este tema, que ya se está dando. Es muy duro, pero la fecha del 1 de noviembre ayuda a tragarlo con más ánimo. O no.
Se queda tras este inevitable hecho un vacío pero también unos contenidos publicados en internet que nadie sabe qué hacer.
Incluso muchos familiares desconocen todos los accesos, blog o páginas web abiertas por el difunto, con unos contenidos que se quedan huérfanos.
Si estas páginas tienen unos contenidos que generan visitas, aunque no haya nuevas entradas, no desaparecen de los buscadores, bajan de posición pero siguen alimentándose ellos mismos, incluso de comentarios si no están cerrados con moderación.
Lo mismo sucede con los correos y las direcciones.
El fallecido puede tener una decena de direcciones que le siguen generando correos automáticos, subscripciones, y que pueden llenar los servidores poco a poco al no ser recogidos.
Están también los derechos de autos, para aquellas personas que publican en internet contenidos con un cierto valor añadido. Estos derechos nadie los controla, estos contenidos de internet pueden ser copiados, distribuidos, sin ningún control.
Tras el fallecimiento de los autores, y sin una legislación clara y una decisión de estos de qué hacer con sus contenidos en internet, queda el vacío. Las familias se despreocupan y no saben ni qué hacer ni cómo enterarse de toda la red que el difunto ha podido tejer en internet.
Beno, no planteo que cada uno de nosotros prepraremos la muerte en internet, sino que reflexionemos sobre este tema, que ya se está dando. Es muy duro, pero la fecha del 1 de noviembre ayuda a tragarlo con más ánimo. O no.