El propio mercado no siempre es capaz de suministrar lo que necesitan las sociedades. Por diversos motivos. En España se necesitan muchas más plazas de guarderías, sobre todo para niños pequeños y como un servicio —y perdonen la expresión— de auténticas guarderías para "guardar" niños de familias que tienen que trabajar todos los adultos.
Incluso lo que se demanda y no se obtiene son horarios muy amplios, desde las 6 de la mañana (incluso desde las 5) hasta las 12 de la noche. Conciliar es muy complicado cuando estamos en tiempos de crisis económica.
No hay suficientes plazas privadas y casi nada de espacio públicos. Pero hay demanda y necesidad por la actual situación laboral de muchas personas jóvenes, sobre todo de inmigrantes con contratos de mala calidad y horarios imposibles.
Pero ahora viene el problema del precio.
El coste por niño en una guardería privada que ponga en prácticas todas las normas legales actuales, en cuanto a metros por niño, categoría profesional de los asistentes, servicios y atenciones, es de… 7.500 euros al año escolar de 10/11 meses. Pero pueden ser inferiores a los 1.000 euros al año si podemos acogernos a todo tipo de ayudas.
La cantidad total del precio de estos servicios públicos fundamentales puede ser mucho menor si podemos acceder por Renta o tipo de familia a las ayudas públicas o a escuelas infantiles que dependen de los Ayuntamientos o las Comunidades Autónomas.
Como es lógico la diferencia entre lo que se paga y lo que cuestan, se compensan con subvenciones públicas.
Pero cuando hay crisis y se intenta convencer de que los impuestos no deben subir, no aumentan las plazas públicas y no hay empresa que quiera crear guarderías para perder dinero.
O lo que es peor, algunas empresas se saltan las normas y leyes y crean servicios "ilegales".
O rebajamos las normas o no tendremos servicios.
O somos capaces de entender que no es posible hoy tener la calidad asistencial que nos hemos planteado o no hay solución barata si no entendemos que los impuestos sirven para muchos servicios. Y si no somos capaces de resolver estos problemas, al final lo pagan los abuelos.