Aragón es muy educado. No es capaz de levantar la voz ni el entusiasmo, por mucho que tengamos una palabra propia para definar lo que otros llaman por un atrivuto masculino.
Aquí tenemos rasmia pero la empleamos poco.
Incluso no la utilizamos ni para elegir, ni para saber distinguir, ni para exigir con calma.
Somos los más educados del cementerio.
En Madrid están encantados con Aragón porque además de ser pocos y con un extensísimo territorio semi vacío, no tenemos personalidad ni ganas de tenerla. Y lo curioso es que además creemos lo contrario.
No tenemos la necesidad de sentirnos dueños de nuestro territorio ni de nuestro destino, porque estamos muy bien entregados en los brazos de "papa estado madrileño" y no creemos ser capaces de mejorar.
Y para mal mayor, cuando se nos dan competencias demostramos ser unos inútiles como en el caso de la Sanidad, que clama al cielo sin oirnos.
Nos quejamos en el corrillo de la vecindad, en la distancia corta, pero vamos como borregos al dormitorio común a pedir perdón por quejarnos, no vaya a ser que "papa" se nos cabree y pueda ser todavía peor.
Los que despuntan se van a otras tierras a bendecir lo bueno que es el jamón de Teruel y las migas, y el resto que somos los menos ya y además los más dóciles, nos quedamos aquí a llorar nuestras lástimas.
Pero yo no me acostumbro a pensar que Aragón es tierra de ternascos degollados, será la edad, y creo que no debo pensar que la solución es imposible, pues como viajo, veo y observo, y distingo lo bueno de lo malo y de lo peor.
Aragón debe ser algo más de lo que es. Y nosotros, tú y yo, somos los únicos responsables de que seamos tan poca cosa.
No tiene las culpas los de Madrid, las tenemos nosotros, que no sabemos ni lo que queremos ni pasar de quejarnos entre nosotros con miedo y con la boca pequeña.
Mal vamos, pero peor podemos ir.
DEpende de todos nosotros.