Una asignatura pendiente de muchos políticos, es adivinar qué es lo que realmente les preocupa a sus representados, porque viven dentro de su labor política de alguna forma aislados de la realidad plural pero mucho más sencilla, de la gente básica.
Todos nos creemos con empatía suficiente para poder detectar los problemas de los demás, y ciertamente a veces sí es así, pero sólo detectamos aquellos problemas que se nos presentan delante o aquellos que nos rodean.
Necesitamos estar enfermos o tener a alguien muy cerca para saber con certeza lo que representan la esperas sanitarias en especialidades. Necesitamos estar rodeados de alguna persona en paro pasar saber las miserias que se esconden detrás de muchas ofertas, detrás de muchos organismos públicos que en teoría sirven para algo. Necesitamos tener a un anciano o a un enfermo crónico a una persona con dependencia para detectar la realidad básica.
No sirve con preguntar, porque algunas veces no se sabe preguntar bien (con perdón) y muchas otras no se sabe responder.
Hoy a los ciudadanos nos preocupan nuestros problemas. Nos han logrado criar en un sistema consumista e individualista. Somos egoístas porque nos han educado para ello y sólo pensamos en MI problema. Ni tan siquiera en nuestros problemas.
Así es muy complicado resolver problemas políticos, porque afectan en teoría a todos, a muchos. Pero es la visión que gran parte de la sociedad tiene de sus políticos. Los ven como hacedores del bien y del mal. Un bien que nunca les toca a los ciudadanos y siempre a los directores de orquesta.
Volver esta idea del revés es complicado, pero si nos dedicamos a hablar de lo divino en vez del paro y de la sanidad, de su problema sentido, avanzaremos en sentid contrario.
Se publican encuestas en donde se refleja claramente qué preocupa a los ciudadanos. Nunca aparecen los problemas inmensos que algunos políticos, incluso con buen criterio, sacan a los medios.
No preocupa un pantano de más o de menos, una energía nuclear que no entienden, un semáforo en su calle, un centro cívico, una ley que proteja a los buhos o si la bandera debe ser horizontal o vertical.
Si preocupa la sanidad y el paro, la seguridad y la delincuencia, el terrorismo y el acceso a la vivienda, sus problemas económicos y su futuro, la inmigración y la clase política, le educación y la formación de los hijos.
Les preocupa por poner un ejemplo, lo mismo las drogas que la corrupción política. ¿Cuanto tiempo dedicamos en los medios, cuanto los políticos en dar soluciones a uno u otro problema?
Si la educación preocupa 10 veces más que la ecología, no se trata de olvidar a esta sino de poner en valor y dedicación la primera.
Si la inmigración preocupa tanto como el terrorismo y 30 veces más que las infraestructuras públicas, tendremos que tener una postura conocida y saber transmitir los valores humanos que hay detrás de cada idea política sobre la inmigración.
El silencio es sinónimo de NADA.
Habrá que explicar mil veces mil, que no hay inmigrantes ilegales en los trabajos, sino empresario ilegales que contratan.
Todos nos creemos con empatía suficiente para poder detectar los problemas de los demás, y ciertamente a veces sí es así, pero sólo detectamos aquellos problemas que se nos presentan delante o aquellos que nos rodean.
Necesitamos estar enfermos o tener a alguien muy cerca para saber con certeza lo que representan la esperas sanitarias en especialidades. Necesitamos estar rodeados de alguna persona en paro pasar saber las miserias que se esconden detrás de muchas ofertas, detrás de muchos organismos públicos que en teoría sirven para algo. Necesitamos tener a un anciano o a un enfermo crónico a una persona con dependencia para detectar la realidad básica.
No sirve con preguntar, porque algunas veces no se sabe preguntar bien (con perdón) y muchas otras no se sabe responder.
Hoy a los ciudadanos nos preocupan nuestros problemas. Nos han logrado criar en un sistema consumista e individualista. Somos egoístas porque nos han educado para ello y sólo pensamos en MI problema. Ni tan siquiera en nuestros problemas.
Así es muy complicado resolver problemas políticos, porque afectan en teoría a todos, a muchos. Pero es la visión que gran parte de la sociedad tiene de sus políticos. Los ven como hacedores del bien y del mal. Un bien que nunca les toca a los ciudadanos y siempre a los directores de orquesta.
Volver esta idea del revés es complicado, pero si nos dedicamos a hablar de lo divino en vez del paro y de la sanidad, de su problema sentido, avanzaremos en sentid contrario.
Se publican encuestas en donde se refleja claramente qué preocupa a los ciudadanos. Nunca aparecen los problemas inmensos que algunos políticos, incluso con buen criterio, sacan a los medios.
No preocupa un pantano de más o de menos, una energía nuclear que no entienden, un semáforo en su calle, un centro cívico, una ley que proteja a los buhos o si la bandera debe ser horizontal o vertical.
Si preocupa la sanidad y el paro, la seguridad y la delincuencia, el terrorismo y el acceso a la vivienda, sus problemas económicos y su futuro, la inmigración y la clase política, le educación y la formación de los hijos.
Les preocupa por poner un ejemplo, lo mismo las drogas que la corrupción política. ¿Cuanto tiempo dedicamos en los medios, cuanto los políticos en dar soluciones a uno u otro problema?
Si la educación preocupa 10 veces más que la ecología, no se trata de olvidar a esta sino de poner en valor y dedicación la primera.
Si la inmigración preocupa tanto como el terrorismo y 30 veces más que las infraestructuras públicas, tendremos que tener una postura conocida y saber transmitir los valores humanos que hay detrás de cada idea política sobre la inmigración.
El silencio es sinónimo de NADA.
Habrá que explicar mil veces mil, que no hay inmigrantes ilegales en los trabajos, sino empresario ilegales que contratan.