Ha muerto un hombre bueno. Vicente Ferrer. Una persona que creyó en la bondad, en el trabajo social para los demás, en la entrega incluso por encima de sus ideas cristianas, no siempre coninciddentes con la jerarquía católica.
Supo seguir trabajando desde la complicación y el exfuerzo, crear escuela y ayudar a los más necesitados desde casi el anonimato.
Muere a los 89 años, dejando un legado que esperamos todos, pueda continuarse porque los débiles de la India lo necesitan.
Supo seguir trabajando desde la complicación y el exfuerzo, crear escuela y ayudar a los más necesitados desde casi el anonimato.
Muere a los 89 años, dejando un legado que esperamos todos, pueda continuarse porque los débiles de la India lo necesitan.
La organización de Vicente Ferrer lleva a cabo su labor humanitaria en el estado de Andhra Pradesh y presta ayuda a más de 2,5 millones de personas en la región de Ananatapur. Ferrer llegó como misionero jesuita en 1952 a la India, de donde fue expulsado en 1968 por las suspicacias que despertó su labor entre las autoridades indias.
Pero cuando regresó un año después, la entonces primera ministra Indira Gandhi ordenó que le concedieran el visado, y continuó con su tarea filantrópica en el depauperado estado de Andhra.
Abandonó la Compañía de Jesús y, junto a su esposa Anna continuó trabajando hasta el final de sus días por la mejora de las condiciones de vida de los más pobres.