Una vez que todos hemos asimilado que estamos en la mayor crisis económica tras la del 29 (de momento), nos toca repartirnos las culpas, y de momento en España, los socialistas se llevan los palos.
Vengo de un lugar antaño progresista, en donde los fachas, casi todos de mi edad, que por la misma debieron de correr delante de los grises en los años 70, echan bofes por la boca, asegurando de muy buena tinta, que ya vamos por los 5 millones y que toda la culpa la tienen… (omito los insultos por vergüenza).
No dudo yo a estas alturas, que están crecidos porque se creen en el mejor momento para arrasar, pero si que dudo de que las gentes progresistas de este santo país, seamos capaces de darnos cuenta del problema, incluso del peligro, y de que seamos capaces de formar una piña al menos teórica para demostrar que si ellos son tantos, nosotros somos los mismos más uno más.
El PSOE actual ha hecho mucho daño con el voto útil, intentando agrupar en torno a sus siglas todo lo que no sea derecha, cuando no ha sabido leer que en este santo país, las izquierdas desde hace dos siglos, es decir desde que existen, son históricamente diversas, hasta que la sangre les llega al cuello. El más “chulo” de clase, debe darse cuenta de que para la historia es mucho mejor cuidar el corral que intentar ser el dueño absoluto de todos los rebaños del pueblo; es más útil formar cooperativas agrarias que intentar monopolizar el precio de la libertad y el socialismo.
Pero tras algunos errores, creo que todos los de izquierdas debemos saludar con una palmadita en la espalda a los socialistas, y hacerles ver que como sigamos por este camino, nos van a dar de hostias hasta en el carnet de identidad. El otro día, os lo juro, tuve que escuchar en la calle varios ¡¡Viva España!!, del público de calle, respondidos por una ferviente masa deseosa de demostrar de qué madera estaban hechos, tras lo cual y todavía sin tener tiento de que a mi edad, ya no tengo el corazón para estos sustos, me tuve que tragar un ¡¡Arriba España!!, a cierta distancia, que me atragantó la saliva. Salí despacio y sin hacer ruido, tapándome la bolsera al hombro de izquierdista, por si desentonaba con tanto cuero y traje gris. ¡¡Porqué coño viajo yo, a estos lugares!!
Vengo de un lugar antaño progresista, en donde los fachas, casi todos de mi edad, que por la misma debieron de correr delante de los grises en los años 70, echan bofes por la boca, asegurando de muy buena tinta, que ya vamos por los 5 millones y que toda la culpa la tienen… (omito los insultos por vergüenza).
No dudo yo a estas alturas, que están crecidos porque se creen en el mejor momento para arrasar, pero si que dudo de que las gentes progresistas de este santo país, seamos capaces de darnos cuenta del problema, incluso del peligro, y de que seamos capaces de formar una piña al menos teórica para demostrar que si ellos son tantos, nosotros somos los mismos más uno más.
El PSOE actual ha hecho mucho daño con el voto útil, intentando agrupar en torno a sus siglas todo lo que no sea derecha, cuando no ha sabido leer que en este santo país, las izquierdas desde hace dos siglos, es decir desde que existen, son históricamente diversas, hasta que la sangre les llega al cuello. El más “chulo” de clase, debe darse cuenta de que para la historia es mucho mejor cuidar el corral que intentar ser el dueño absoluto de todos los rebaños del pueblo; es más útil formar cooperativas agrarias que intentar monopolizar el precio de la libertad y el socialismo.
Pero tras algunos errores, creo que todos los de izquierdas debemos saludar con una palmadita en la espalda a los socialistas, y hacerles ver que como sigamos por este camino, nos van a dar de hostias hasta en el carnet de identidad. El otro día, os lo juro, tuve que escuchar en la calle varios ¡¡Viva España!!, del público de calle, respondidos por una ferviente masa deseosa de demostrar de qué madera estaban hechos, tras lo cual y todavía sin tener tiento de que a mi edad, ya no tengo el corazón para estos sustos, me tuve que tragar un ¡¡Arriba España!!, a cierta distancia, que me atragantó la saliva. Salí despacio y sin hacer ruido, tapándome la bolsera al hombro de izquierdista, por si desentonaba con tanto cuero y traje gris. ¡¡Porqué coño viajo yo, a estos lugares!!