Faltan solo dos días para el final del 2008. Pronto será 2009.
Como siempre, no pienso hacer balance. La vida es un continuo paso de tiempo y los errores y aciertos no dependen de parcelas temporales establecidas.
No podemos contabilizar la vida, pues está siempre en continuo cambio, siempre ligando el pasado, el presente y el futuro.
Y es cierto, el cambio de año no es más que una formalidad puramente racional, el ultimo segundo del 2008 será exactamente igual que el primero del 2009, y nosotros seremos los mismos. Y en dos semanas la televisión será la misma, adelgazaremos a la misma velocidad y fumaremos el mismo tabaco, seguiremos sin escribir el libro que queremos redactar y nos olvidaremos del gimnasio, en realidad, no son más que clichés autoimpuestos por la tradición.
Ahora bien, de igual forma que una maquina necesita energía, es igual de cierto que una maquina necesita impulsos. Un ordenador funciona por que le llega corriente, pero lo mas importante, es que funciona por que alguien ha apretado el botón de encendido. Puede que el primer segundo no sea nada, un segundo esparcido por el tiempo infinito que nos envuelve y envolverá por siempre. O puede que sea un impulso que nos de fuerzas de espíritu. Si, fuerzas creadas por nosotros mismos, de acuerdo, fuerzas creadas por nuestra cultura occidental, fuerzas etéreas nacidas del sentimiento vano de mejora de bienestar. Pero fuerzas al fin y al cabo.
Y de nosotros depende recoger nuestras fuerzas y no cederlas en la primera barrera.
De no esparcirlas en morralla, de no perderlas en la nada.
El 2009 es un año más, un año más de mil historias que se olvidarán, de madres e hijos, maridos y mujeres, proyectos y sueños, recompensas y estímulos, guerra y muerte, dolor y amor.
El 2009 es un año más, y nosotros vamos a escribirlo.