Para los que vemos la economía como un aspecto social sobre las relaciones y el bienestar humano, la paradoja de Easterlin es una verdad que nos puede apasionar estudiar.
Dice, de forma general, que aunque existe un claro crecimiento económico, un claro crecimiento en la renta per capita, no existe una relación positiva para con la felicidad que tenemos o adquirimos. Tenemos más, podemos tener más, pero no somos más felices. Y es quizás por un aspecto psicológico y social, y no por una característica del crecimiento.
Muchos autores que de repente, como todas las modas en todas las ciencias, se empiezan a interesar en este aspecto y autores clásicos como Adam Smith o Veblen, nos dan pistas de porque esto es así.
- En primer lugar, nosotros somos felices o no al compararnos con nuestro alrededor. Si nuestra capacidad económica aumenta en igual medida que los demás, nuestra felicidad no va en aumento. Esto alude al egoísmo humano, la tendencia a querer superar a los demás.
- En segundo lugar, nos adaptamos a nuestras condiciones económicas. Tenemos más, pero nos acostumbramos psicológicamente a este hecho. De este modo, estudios empíricos estadísticos (que yo cogería con pinzas, pero que ahí están), dicen que entre el 40% y el 60% de la felicidad que adquirimos “desaparece” al año siguiente. Como si empezáramos de nuevo.
- En tercer lugar, nuestras expectativas podrían ser mayores que la felicidad final obtenida. Esto es una característica del consumismo, o quizás meramente humana, pero el caso es que a veces creemos que queremos algo, lo conseguimos y no nos otorga tanta felicidad como creíamos.
Aspectos psicológicos, sociológicos, meramente éticos, todo puede afectar. ¿Qué cree usted?
Nota: La información la he sacado de: Revistas ICE, 16-31 de octubre de 2008. Un artículo de Eduardo Pérez Asenjo.
Saludos.