Voy a intentar explicarme, pero sin mucha convicción en lograrlo.
Estoy leyendo la sentencia de un juez sobre la presencia de crucifijos en una escuela pública, como un éxito de la libertad, de la lógica, de la modernidad.
Y se me revuelven las tripas, porque demuestra desconocer la realidad de la escuela pública en España. Pobre, llena de problemas importantes, alicaída, en trance de caer en el vacío.
Que en una pared estén o no unos crucifijos en nada mejora o empeora la calidad de la educación, pero en cambio que haya profesores ineptos o con mala baba, alumnos asquerosos que solo van a reventar la clase, medios educativos obsoletos, profesores mal pagados, padres que se despreocupan de la educación de sus hijos, una sociedad que no entiende que la libertad no tiene nada que ver con la rebeldía, que la formación de los menores es fundamental para el futuro de la sociedad, que por cada euro que se tanga a la educación se crean problemas sociales futuros, sí que afecta a la calidad de la enseñanza libre y pública.
Yo me alegraré el día que un juez diga que es obligatorio estudiar con ganas, que es obligatorio tener humanidad por parte de todos los profesores para todos los alumnos, que hay que respetar la figura del profesor por obligación porque representa “el bien” para una sociedad que está creciendo, que la escuela pública debe tener más presupuestos porque depende de ella todo el Estado.
Yo me alegraré cuando un juez prohíba a la escuela en general mezclar en horarios lectivos las creencias de cada familia con las de los gestores del centro educativo.
Que en la pared esté un cuadro de Picasso, un crucifijo o un mapa físico de EEUU me la trae al aire. Que se monte el belén para Navidad en un pasillo o que se enseñe lo que es el Ramadán a los alumnos, lo que significa Carnavales o qué se celebra el día 6 de diciembre me parece parte de una formación que se debe dar con respeto y con preparación.
Lo malo no es tener crucifijos en una pared, sino la manera de explicar su significado por parte de profesores que no siempre quieren o pueden hacerlo bien.
Y para finalizar, decir que en estos asuntos, no debe ser la justicia la que diga lo que hay que hacer, sino el Consejo Escolar. Usurpar sus funcionan supone restarle autoridad, acudir a recorridos judiciales para obtener una razón es complicar las situaciones. Los mismos profesores que en un Consejo Escolar se hubieran negado a retirar los crucifijos, serán ahora los que dentro de clase explicarán a su manera este lío que los chavales no entenderán.
Estoy leyendo la sentencia de un juez sobre la presencia de crucifijos en una escuela pública, como un éxito de la libertad, de la lógica, de la modernidad.
Y se me revuelven las tripas, porque demuestra desconocer la realidad de la escuela pública en España. Pobre, llena de problemas importantes, alicaída, en trance de caer en el vacío.
Que en una pared estén o no unos crucifijos en nada mejora o empeora la calidad de la educación, pero en cambio que haya profesores ineptos o con mala baba, alumnos asquerosos que solo van a reventar la clase, medios educativos obsoletos, profesores mal pagados, padres que se despreocupan de la educación de sus hijos, una sociedad que no entiende que la libertad no tiene nada que ver con la rebeldía, que la formación de los menores es fundamental para el futuro de la sociedad, que por cada euro que se tanga a la educación se crean problemas sociales futuros, sí que afecta a la calidad de la enseñanza libre y pública.
Yo me alegraré el día que un juez diga que es obligatorio estudiar con ganas, que es obligatorio tener humanidad por parte de todos los profesores para todos los alumnos, que hay que respetar la figura del profesor por obligación porque representa “el bien” para una sociedad que está creciendo, que la escuela pública debe tener más presupuestos porque depende de ella todo el Estado.
Yo me alegraré cuando un juez prohíba a la escuela en general mezclar en horarios lectivos las creencias de cada familia con las de los gestores del centro educativo.
Que en la pared esté un cuadro de Picasso, un crucifijo o un mapa físico de EEUU me la trae al aire. Que se monte el belén para Navidad en un pasillo o que se enseñe lo que es el Ramadán a los alumnos, lo que significa Carnavales o qué se celebra el día 6 de diciembre me parece parte de una formación que se debe dar con respeto y con preparación.
Lo malo no es tener crucifijos en una pared, sino la manera de explicar su significado por parte de profesores que no siempre quieren o pueden hacerlo bien.
Y para finalizar, decir que en estos asuntos, no debe ser la justicia la que diga lo que hay que hacer, sino el Consejo Escolar. Usurpar sus funcionan supone restarle autoridad, acudir a recorridos judiciales para obtener una razón es complicar las situaciones. Los mismos profesores que en un Consejo Escolar se hubieran negado a retirar los crucifijos, serán ahora los que dentro de clase explicarán a su manera este lío que los chavales no entenderán.