El uso de la televisión como medio político se remonta a más de 40 años, con diferentes picos de uso tanto en cantidad como en calidad.
Los que peinamos canas todavía podemos recordar a un Adolfo Suarez avisando por televisión la noche última de campaña (en su triunfo de 1979 creo), que los rojos socialistas venían (eso si, con otro idioma, pero que fue suficiente para asegurarse una buena parte de los indecisos y ganar).
Ahora Obama compra minutos en televisión como quien compra espacios en las vallas publicitarias.
En España es normal que se compren espacios publicitarios, pero no que se adquieran grandes paquetes de minutos en horario de máxima audiencia para ofrecer un programa entero de media hora.
Imaginemos el tirón que supondría a un candidato durante 30 minutos después de los informativos de la noche, en diferentes días según cadenas y en una entrevista organizada por su propio director de campaña electoral. El formato casi daría lo mismo.
Estamos hablando de un programa previsiblemente con gran audiencia, abierto a diferentes formatos, que tendría más o menos audiencia según como se hiciera la campaña.
Imaginemos que todos los gastos en vallas a todo color y mitines fiestas por todo el país se guardaran para este gasto televisivo. Con cartelería en B/N para anunciar el día de las emisiones, sería suficiente.
¿Cómo reaccionaría el elector?
Sin duda las campaña electorales al uso, con mitines para incondicionales y cartelería que llena las calles, tiene los años contados.
Los que peinamos canas todavía podemos recordar a un Adolfo Suarez avisando por televisión la noche última de campaña (en su triunfo de 1979 creo), que los rojos socialistas venían (eso si, con otro idioma, pero que fue suficiente para asegurarse una buena parte de los indecisos y ganar).
Ahora Obama compra minutos en televisión como quien compra espacios en las vallas publicitarias.
En España es normal que se compren espacios publicitarios, pero no que se adquieran grandes paquetes de minutos en horario de máxima audiencia para ofrecer un programa entero de media hora.
Imaginemos el tirón que supondría a un candidato durante 30 minutos después de los informativos de la noche, en diferentes días según cadenas y en una entrevista organizada por su propio director de campaña electoral. El formato casi daría lo mismo.
Estamos hablando de un programa previsiblemente con gran audiencia, abierto a diferentes formatos, que tendría más o menos audiencia según como se hiciera la campaña.
Imaginemos que todos los gastos en vallas a todo color y mitines fiestas por todo el país se guardaran para este gasto televisivo. Con cartelería en B/N para anunciar el día de las emisiones, sería suficiente.
¿Cómo reaccionaría el elector?
Sin duda las campaña electorales al uso, con mitines para incondicionales y cartelería que llena las calles, tiene los años contados.