La escena cumbre de la película Match Point de Woody Allen es cuando jugando al tenis, dos protagonistas un pelota choca con la parte alta de la red, se eleva recta levantando hacia arriba el vuelo algo más de un palmo, para girando sobre si misma empezar a caer sobre el suelo muy lentamente.
Es el punto de partido, puede caer a un lado o a otro de la red, mientras cae por la gravedad sigue girando, la red se mueve del golpe, el aire golpea la dirección de la bola.
Es cuestión de suerte el que caiga de un lado o del otro de la red. El que sea un punto definitivo o una simple bola más.
Los dos jugadores han hecho todo lo que sabían y podían, están esperando la caída.
Es la vida.
Muchas veces una simple casualidad, algo que no podemos controlar, un giro cambiado, hace que seamos campeones o unos olvidados. No podemos elegir esa suerte, ese componente incontrolable que da el cambio a una vida o la deja como antes estaba.
Dependemos todos de un golpe de aire, de una pequeña bola que se eleva y que al caer puede hacernos ir por un camino o por otro.
Todos los días se producen millones de match point, todos los días tenemos cada uno de nosotros decenas de posibles match point.
Si, decenas aunque no las detectemos, aunque no seamos capaces de darnos cuenta. Pequeños golpes de suerte o de mala suerte. Aires que nos mueven o que pasan de largo sin movernos, situaciones que se nos cruzan o que desaparecen, lugares en donde no estamos o en donde estamos tarde. Personas que vemos y saludamos en un momento clave, una llamada antes y no después, un lugar abierto o cerrado.
Sólo podemos esperar a que caiga la bola al suelo.
Eso si, antes debemos haber jugado bien todo el partido anterior.
Es cuestión de suerte el que caiga de un lado o del otro de la red. El que sea un punto definitivo o una simple bola más.
Los dos jugadores han hecho todo lo que sabían y podían, están esperando la caída.
Es la vida.
Muchas veces una simple casualidad, algo que no podemos controlar, un giro cambiado, hace que seamos campeones o unos olvidados. No podemos elegir esa suerte, ese componente incontrolable que da el cambio a una vida o la deja como antes estaba.
Dependemos todos de un golpe de aire, de una pequeña bola que se eleva y que al caer puede hacernos ir por un camino o por otro.
Todos los días se producen millones de match point, todos los días tenemos cada uno de nosotros decenas de posibles match point.
Si, decenas aunque no las detectemos, aunque no seamos capaces de darnos cuenta. Pequeños golpes de suerte o de mala suerte. Aires que nos mueven o que pasan de largo sin movernos, situaciones que se nos cruzan o que desaparecen, lugares en donde no estamos o en donde estamos tarde. Personas que vemos y saludamos en un momento clave, una llamada antes y no después, un lugar abierto o cerrado.
Sólo podemos esperar a que caiga la bola al suelo.
Eso si, antes debemos haber jugado bien todo el partido anterior.