Tú eres de los muchos que estás convencido que la actual crisis económica es fruto de una crisis inmobiliaria; es lo que nos dicen constantemente y es lo que nos tenemos que creer.
Pero esto no es cierto del todo.
Hace más de 20 años con el sueldo bruto de un oficial de no más de 3 años, te podías comprar un piso de segunda mano.
Hoy, para comprarte un piso, un hogar y luego explicaremos esto, necesitas el sueldo bruto de trabajar 15 años.
Pero el precio de la vivienda en España está a la altura del precio de la vivienda en Europa, no es más cara; quien diga esto miente o no tiene información.
Lo que no está a la misma altura que Europa son los sueldos.
Es cierto que el piso actual no tiene las mismas calidades que el de hace 25 años, y que esto ha encarecido el valor, pero se están entregando pisos con una calidad alta pero que por las negociaciones con los proveedores desde las promotoras grandes, cuestan de fabricación igual que uno de calidad baja. El precio del suelo de Porcelanosa puede ser el mismo que el de un proveedor con suelo de terrazo e igual pasa con las sanitarios, etc.
Ya se que el resultado para el consumidor es el mismo si los pisos están caros como si los sueldos están bajos, pero las soluciones no son las mismas. Los efectos no son los mismos.
La actual generación de jóvenes han visto cercenadas sus posibilidades de emancipación (y aquí entra el tema social con toda su fuerza) y tanto ha apurado el apretón e la sociedad, que como además desean ser felices y segur vivos en este mundo duro, han renunciado a tener hogar propio.
Tienen pareja pero sólo un par de días a la semana y durante las vacaciones. Tienen todas la comodidades pero en casa de sus padres. Gozan de los pequeños lujos de la clase media, restaurantes, bares, ropa, viajes, coche, pero a costa de privarse de los gastos lógicos para su edad, el hogar y todos sus enormes costos que saben que es imposible soportar.
Pero una vez que la sociedad en grupo toma esta decisión, todo el chiringuito montado alrededor del consumo cíclico se cae por su propio peso. De golpe ya no se compran electrodomésticos o pisos, simplemente se usan los de los padres; no se gasta más en luz o agua o teléfono fijo, se gasta el de los padres o se cambia por el teléfono móvil; como se sabe que el trabajo es un bien sin valor que puede desaparecer en cualquier momento la productividad se resiente, la formación no sirve para nada pues no se sabe en qué trabajo se terminará laborando, se acude al trabajo a cumplir con miedo el asunto y sin media implicación.
La sociedad se queda además sin el recambio lógico, los hijos, pues en todo esta nueva concepción social, lo que no tiene lugar de existencia es la posibilidad de tener hijos. Se logra ser feliz de 10 a 24 horas, los fines de semana y las vacaciones. Incluso muy feliz. Más feliz que secuestrados por una hipoteca y por unos trabajos duros que te amenazan con despedirte.
Se vive “al día”, se gasta todo lo que entra y no se cree en el ahorro ni en la inversión familiar a medio plazo.
No hay hijos, no hay deudas soportables, no hay ahorros, no hay inversiones en unión, no hay hogar.
¿Cómo seguirá funcionando la sociedad?
Pues sin duda cuando los padres fallecen, dejan a los hijos una herencia en forma de piso, o incluso cuando se hacen mayores una pensión que ahora se destina a pagar residencias de ancianos pero que en breve se destinará a aumentar los ingresos de la familia. A partir de este momento se retomará la necesidad de formar hogar propio. Pero se tendrán más de 40 años. Vamos camino seguro de que las nuevas familias tengan en su formación una edad no media pues aquí entrarán los datos de los que se pueden casas jóvenes, sino real para una parte importante de la sociedad joven, de más de 40 años. Tiempo en el que es muy difícil poder crear el recambio generacional de dos hijos por pareja. No tanto por edad como por gana, por fuerza, por ganas de soportar la inevitable nueva vida a la que te llevan los hijos recién nacidos, en muchos casos que llegarán a la vez que tendrás que cuidar, bien o mal, a tus propios padres, sobre los que has vivido toda tu juventud, parte de la madurez e incluso sobre la que puede pivotar ahora la formación del nuevo hogar.
Otro día intentaremos hablar de las soluciones, pero hay muy pocas, aviso.
Pero esto no es cierto del todo.
Hace más de 20 años con el sueldo bruto de un oficial de no más de 3 años, te podías comprar un piso de segunda mano.
Hoy, para comprarte un piso, un hogar y luego explicaremos esto, necesitas el sueldo bruto de trabajar 15 años.
Pero el precio de la vivienda en España está a la altura del precio de la vivienda en Europa, no es más cara; quien diga esto miente o no tiene información.
Lo que no está a la misma altura que Europa son los sueldos.
Es cierto que el piso actual no tiene las mismas calidades que el de hace 25 años, y que esto ha encarecido el valor, pero se están entregando pisos con una calidad alta pero que por las negociaciones con los proveedores desde las promotoras grandes, cuestan de fabricación igual que uno de calidad baja. El precio del suelo de Porcelanosa puede ser el mismo que el de un proveedor con suelo de terrazo e igual pasa con las sanitarios, etc.
Ya se que el resultado para el consumidor es el mismo si los pisos están caros como si los sueldos están bajos, pero las soluciones no son las mismas. Los efectos no son los mismos.
La actual generación de jóvenes han visto cercenadas sus posibilidades de emancipación (y aquí entra el tema social con toda su fuerza) y tanto ha apurado el apretón e la sociedad, que como además desean ser felices y segur vivos en este mundo duro, han renunciado a tener hogar propio.
Tienen pareja pero sólo un par de días a la semana y durante las vacaciones. Tienen todas la comodidades pero en casa de sus padres. Gozan de los pequeños lujos de la clase media, restaurantes, bares, ropa, viajes, coche, pero a costa de privarse de los gastos lógicos para su edad, el hogar y todos sus enormes costos que saben que es imposible soportar.
Pero una vez que la sociedad en grupo toma esta decisión, todo el chiringuito montado alrededor del consumo cíclico se cae por su propio peso. De golpe ya no se compran electrodomésticos o pisos, simplemente se usan los de los padres; no se gasta más en luz o agua o teléfono fijo, se gasta el de los padres o se cambia por el teléfono móvil; como se sabe que el trabajo es un bien sin valor que puede desaparecer en cualquier momento la productividad se resiente, la formación no sirve para nada pues no se sabe en qué trabajo se terminará laborando, se acude al trabajo a cumplir con miedo el asunto y sin media implicación.
La sociedad se queda además sin el recambio lógico, los hijos, pues en todo esta nueva concepción social, lo que no tiene lugar de existencia es la posibilidad de tener hijos. Se logra ser feliz de 10 a 24 horas, los fines de semana y las vacaciones. Incluso muy feliz. Más feliz que secuestrados por una hipoteca y por unos trabajos duros que te amenazan con despedirte.
Se vive “al día”, se gasta todo lo que entra y no se cree en el ahorro ni en la inversión familiar a medio plazo.
No hay hijos, no hay deudas soportables, no hay ahorros, no hay inversiones en unión, no hay hogar.
¿Cómo seguirá funcionando la sociedad?
Pues sin duda cuando los padres fallecen, dejan a los hijos una herencia en forma de piso, o incluso cuando se hacen mayores una pensión que ahora se destina a pagar residencias de ancianos pero que en breve se destinará a aumentar los ingresos de la familia. A partir de este momento se retomará la necesidad de formar hogar propio. Pero se tendrán más de 40 años. Vamos camino seguro de que las nuevas familias tengan en su formación una edad no media pues aquí entrarán los datos de los que se pueden casas jóvenes, sino real para una parte importante de la sociedad joven, de más de 40 años. Tiempo en el que es muy difícil poder crear el recambio generacional de dos hijos por pareja. No tanto por edad como por gana, por fuerza, por ganas de soportar la inevitable nueva vida a la que te llevan los hijos recién nacidos, en muchos casos que llegarán a la vez que tendrás que cuidar, bien o mal, a tus propios padres, sobre los que has vivido toda tu juventud, parte de la madurez e incluso sobre la que puede pivotar ahora la formación del nuevo hogar.
Otro día intentaremos hablar de las soluciones, pero hay muy pocas, aviso.