Hay personas que incluso ostentan cargos representativos, que en tiempos pretéritos se creyeron incluso demócratas en sus ideas, y que la gestión de la pequeña parcela de poder les conviertes en déspotas.
Pequeños sicarios de la imbecilidad que lo único que hacen es empobrecer la política diaria no tanto porque sus decisiones trasciendan a la sociedad, porque ya aviso de que son pequeños reyes de rincones perdidos, sino porque a su alrededor crean tejidos contagiosos y enfermos que multiplican su acción hacia otras parcelas sociales.
Todo gestor está en su perfecto derecho a dirigir las acciones de gobierno como él crea mejor para los intereses colectivos, paero la diferencia entre un buen gestor y uno pésimo, es que el primero consigue más y mejores artes, empleando el oficio y no el desgobierno de la dictadura, utilizando el diálogo y convenciendo y no la violencia verbal y el despotismo ilustrado que es la peor forma de ser déspota.
El tonto que se cree poderoso porque gestiona con mano de hierro oxidada una pequeña parcela, no detecta que nunca pasará de ser un simple sicario que será utilizado para limpiar lo que moleste a los que realmente mandan.
La descentralización del poder municipal lleva a que muchos tontos ocupen puestos responsables, a que estos bobos tengan que utilizar a representantes vecinales como soldados de fortuna para aplaudir las gracias, a que se vistan de soldados cuando no pasan de ser meros matones de barrio.
Los vecinos deben saber y lo de menos es cómo. Porque tan importante es realizar gestiones, como explicarlas; tanto o más entrar en la batalla, como informar de ello; decidir con qué ejército te alías como explicarlo a tu ciudadanía con suficientes datos; porque nada agradece más el ciudadano de a pie, que se le informe de todo, aunque sólo sirva para no escucharlo.
Pequeños sicarios de la imbecilidad que lo único que hacen es empobrecer la política diaria no tanto porque sus decisiones trasciendan a la sociedad, porque ya aviso de que son pequeños reyes de rincones perdidos, sino porque a su alrededor crean tejidos contagiosos y enfermos que multiplican su acción hacia otras parcelas sociales.
Todo gestor está en su perfecto derecho a dirigir las acciones de gobierno como él crea mejor para los intereses colectivos, paero la diferencia entre un buen gestor y uno pésimo, es que el primero consigue más y mejores artes, empleando el oficio y no el desgobierno de la dictadura, utilizando el diálogo y convenciendo y no la violencia verbal y el despotismo ilustrado que es la peor forma de ser déspota.
El tonto que se cree poderoso porque gestiona con mano de hierro oxidada una pequeña parcela, no detecta que nunca pasará de ser un simple sicario que será utilizado para limpiar lo que moleste a los que realmente mandan.
La descentralización del poder municipal lleva a que muchos tontos ocupen puestos responsables, a que estos bobos tengan que utilizar a representantes vecinales como soldados de fortuna para aplaudir las gracias, a que se vistan de soldados cuando no pasan de ser meros matones de barrio.
Los vecinos deben saber y lo de menos es cómo. Porque tan importante es realizar gestiones, como explicarlas; tanto o más entrar en la batalla, como informar de ello; decidir con qué ejército te alías como explicarlo a tu ciudadanía con suficientes datos; porque nada agradece más el ciudadano de a pie, que se le informe de todo, aunque sólo sirva para no escucharlo.