Los que vivimos en la periferia, en el desierto o en la mar que se rompe, en la lejanía de Madrid, no somos capaces de entender qué es eso del nacionalismo español, si no lo bebemos durante un tiempo suficiente a costa incluso, de ir acompañado.
Madrid duele a los que somos españoles además de aragoneses, vascos, catalanes, andaluces o canarios. Porque se puede ser nacionalista aragonés y además sentirse español sin miedo ni ni contradicción.
Pero en cambio es imposible ser nacionalista español y ser además aragonés. Ningún nacionalista español acepta que exista Aragón (existir es tener vida propia).
Madrid enseña algo duro y triste, escondido con detalles de miedo, sensaciones de odio a todo lo que no sea “una”, miradas y exposiciones de enfrentamiento que a veces resultan tan duros o más que otros. Siempre desde el ámbito cultural y sociológico. Al menos de momento.
Tenemos que tener cuidado, debemos mirar con preocupación, ciertos movimientos que sólo se notan si se mira dos veces el mismo cristal, en movimientos incluso, culturales de barrio, o disfrazados de grupos progresistas respetables que creen que Madrid es la “madre” que debe cuidar de sus hijos menores de edad.
Me da miedo volver a recordar algunos detalles de la celebración del 2 de mayo en Madrid, releer el pensamiento que se esconde detrás de algunos pequeños vídeos, el mensaje que está escondido tras una lista con 60 fusilados, la idea que se vende sobre lo que representaron (o no) los mal llamados afrancesados en aquellas fechas.
Dicen que el agua que más cala es la que cae despacito y poco a poco, la que sin darte cuenta ni molestarte, va penetrando en la ropa primero, en el calzado después hasta empapar.
Estoy seguro que me equivoco. Deseo equivocarme.
Madrid duele a los que somos españoles además de aragoneses, vascos, catalanes, andaluces o canarios. Porque se puede ser nacionalista aragonés y además sentirse español sin miedo ni ni contradicción.
Pero en cambio es imposible ser nacionalista español y ser además aragonés. Ningún nacionalista español acepta que exista Aragón (existir es tener vida propia).
Madrid enseña algo duro y triste, escondido con detalles de miedo, sensaciones de odio a todo lo que no sea “una”, miradas y exposiciones de enfrentamiento que a veces resultan tan duros o más que otros. Siempre desde el ámbito cultural y sociológico. Al menos de momento.
Tenemos que tener cuidado, debemos mirar con preocupación, ciertos movimientos que sólo se notan si se mira dos veces el mismo cristal, en movimientos incluso, culturales de barrio, o disfrazados de grupos progresistas respetables que creen que Madrid es la “madre” que debe cuidar de sus hijos menores de edad.
Me da miedo volver a recordar algunos detalles de la celebración del 2 de mayo en Madrid, releer el pensamiento que se esconde detrás de algunos pequeños vídeos, el mensaje que está escondido tras una lista con 60 fusilados, la idea que se vende sobre lo que representaron (o no) los mal llamados afrancesados en aquellas fechas.
Dicen que el agua que más cala es la que cae despacito y poco a poco, la que sin darte cuenta ni molestarte, va penetrando en la ropa primero, en el calzado después hasta empapar.
Estoy seguro que me equivoco. Deseo equivocarme.