Se han escrito muchos libros sobre la primera vez, sobre las primeras impresiones, pero en cambio muy pocos sobre la última vez.
La última vez que estuve con un amigo, este me enseñaba ilusionado su nuevo coche. La última vez que vi a Agustina me bajaba una bolsa de cardos del piso de arriba. La última vez que observé el piso vacío en donde nació mi hijo, lo hice lentamente, recorriendo las paredes ya llenas de recuerdos que se dejaban allí escritos.
No sabemos casi nunca que esa, es la última vez de las cosas, de las personas.
Recuerdo cuando me despedía de Carlos en el andén de la estación de Oviedo como si fuera ahora, y ya nunca más lo volví a ver. El tampoco lo sabía, claro, pero mucho mejor así.
La vida está llena de “mach point”, de pequeños golpes ganadores o perdedores que te marcan la vida, de golpes de casualidad, de encuentros o desencuentros casuales.
Y entre todos ellos, nunca sabes cuando es la última vez.
La última vez que estuve con un amigo, este me enseñaba ilusionado su nuevo coche. La última vez que vi a Agustina me bajaba una bolsa de cardos del piso de arriba. La última vez que observé el piso vacío en donde nació mi hijo, lo hice lentamente, recorriendo las paredes ya llenas de recuerdos que se dejaban allí escritos.
No sabemos casi nunca que esa, es la última vez de las cosas, de las personas.
Recuerdo cuando me despedía de Carlos en el andén de la estación de Oviedo como si fuera ahora, y ya nunca más lo volví a ver. El tampoco lo sabía, claro, pero mucho mejor así.
La vida está llena de “mach point”, de pequeños golpes ganadores o perdedores que te marcan la vida, de golpes de casualidad, de encuentros o desencuentros casuales.
Y entre todos ellos, nunca sabes cuando es la última vez.