Don Rafael Azona es la imagen triste e incongruente de un oficio mal entendido, poco valorado, muy sacrificado.
Los guionistas de cine o de televisión pocas veces llegan a alcanzar la gloria que si está al alcance de los directores o de los actores. Pero todos ellos sin un buen guion no serían nada, nadie, no tendrían personajes, situaciones, escenarios, vida que contar y trasmitir.
Como escuché ayer en boca de Don Rafael, los guionistas son las putas de la industria de la ficción, a quienes se alquila para dar gusto, los que deben sacar de sus entrañas toda la miga de la obra, darle cuerpo y forma, para después cobrar unos duros y aparecer en las letras pequeñas en un instante fugaz.
Don Rafael pasó muchos años de su vida siendo un total desconocido, excepto por su nombre y entre sus amigos, así lo quiso porque así era él y así eran sus obras. El reconocimiento le vino de mayor, cuando ya era un clamor la suma de su trabajo y sus pocos aplausos.
Yo tengo amigos guionistas, se lo duro que es ese trabajo, lo competitivo y cainísta, porque en estos momentos ser guionista es todavía mucho peor que en tiempos de Don Rafael. Ahora debes estar todas las horas del día pendiente de tus personajes, pendiente de una llamada que te diga que hay que matar a fulanito porque ha bajada la audiencia, aunque ya tengas 20 capítulos hechos con historias vivas de ese que no debe seguir vivo.
Don Rafael, gracias. Seguiremos disfrutando de su sarcasmo.
Los guionistas de cine o de televisión pocas veces llegan a alcanzar la gloria que si está al alcance de los directores o de los actores. Pero todos ellos sin un buen guion no serían nada, nadie, no tendrían personajes, situaciones, escenarios, vida que contar y trasmitir.
Como escuché ayer en boca de Don Rafael, los guionistas son las putas de la industria de la ficción, a quienes se alquila para dar gusto, los que deben sacar de sus entrañas toda la miga de la obra, darle cuerpo y forma, para después cobrar unos duros y aparecer en las letras pequeñas en un instante fugaz.
Don Rafael pasó muchos años de su vida siendo un total desconocido, excepto por su nombre y entre sus amigos, así lo quiso porque así era él y así eran sus obras. El reconocimiento le vino de mayor, cuando ya era un clamor la suma de su trabajo y sus pocos aplausos.
Yo tengo amigos guionistas, se lo duro que es ese trabajo, lo competitivo y cainísta, porque en estos momentos ser guionista es todavía mucho peor que en tiempos de Don Rafael. Ahora debes estar todas las horas del día pendiente de tus personajes, pendiente de una llamada que te diga que hay que matar a fulanito porque ha bajada la audiencia, aunque ya tengas 20 capítulos hechos con historias vivas de ese que no debe seguir vivo.
Don Rafael, gracias. Seguiremos disfrutando de su sarcasmo.