Sin casi darnos cuentas están cerrando las salas de cine de toda España. No, no soy un agorero que amplía algo que lentamente está sucediendo, simplemente es que tengo donde fijarme.
En los años 70/80 en cada barrio de una gran ciudad había al menos una sala de cine, cuando no dos o tres. Claro, los tiempos han cambiado pero no se han sabido adaptar a los cambios. Una sala de cine era algo más que un sitio para ver cine, un local para ver una peli. Era un pequeño centro cultural del barrio, un salón que muchas veces se utilizaba para otros menesteres, un lugar donde ir las tardes ociosas y vacías, el sitio a donde iban los novios o los amigos a pasar parte de la tarde.
Ahora todo esto se ha visto modificado.
La cultura es un tostón que no interesa, los novios tienen coche, los amigos quedan a las 11 de la noche, los vecinos no se reúnen nunca, y las pelis se ven en casa de maravilla. Llenas de anuncios, pero no importa porque la magia del cine ya no existe.
¿Es posible modificar estos hábitos?, pues no lo se, pero el camino no es el bueno.
Si las salas son cada vez más pequeñas, y las teles más grandes, lo tenemos mal.
Si en la sala de cine se oyen más ruidos que en casa, es complicado seguir un argumento.
Si el precio es más caro que otras alternativas de ocio, están perdidos los cines.
Si solo ponemos películas americanas y todos los cines cuestan el mismo precio, solo algunas salas y sesiones se salvarán y por poco tiempo.
Si los cines solo están en los Centros Comerciales, los convertimos en parte del consumo en general, y es una equivocación porque resulta más barato perderse por los pasillos del Hiper o visitando tiendas que pagando 6 euros por una película que nos pondrán en la tele o nos bajaremos de Internet en un par de meses.
¿Soluciones? Volver los cines a su sitio de origen, los barrios. Poner un precio distinto y diferenciar salas según tipo de cine, entregando en la entrada un pequeño folleto sobre la misma. Regalar al inicio de la película con la visión de un cortometraje o dos, para que el espectador vea que hay “otro cine posible”. Cuidar la sala en cuanto a comodidad, sonido, posibilidad de verlas en versión original o dobladas con cascos. Prohibir la comida de palomitas dentro de la sala pero tener una cafetería junto a ella para tal fin, para los que no quieran ver los cortometrajes o diferenciar horas de palomitas y horas de no palomitas. No repetir la misma película en los mismos horarios. Crear bonos de películas para una cadena de cine con precios sensiblemente diferentes. Y bajar los precios en general para que suban los clientes. Seguro que las cuentas saldrán mejor.
Eso o hacer cine para televisión y vídeo y seguir vendiendo las grandes salas para tiendas de moda.
En los años 70/80 en cada barrio de una gran ciudad había al menos una sala de cine, cuando no dos o tres. Claro, los tiempos han cambiado pero no se han sabido adaptar a los cambios. Una sala de cine era algo más que un sitio para ver cine, un local para ver una peli. Era un pequeño centro cultural del barrio, un salón que muchas veces se utilizaba para otros menesteres, un lugar donde ir las tardes ociosas y vacías, el sitio a donde iban los novios o los amigos a pasar parte de la tarde.
Ahora todo esto se ha visto modificado.
La cultura es un tostón que no interesa, los novios tienen coche, los amigos quedan a las 11 de la noche, los vecinos no se reúnen nunca, y las pelis se ven en casa de maravilla. Llenas de anuncios, pero no importa porque la magia del cine ya no existe.
¿Es posible modificar estos hábitos?, pues no lo se, pero el camino no es el bueno.
Si las salas son cada vez más pequeñas, y las teles más grandes, lo tenemos mal.
Si en la sala de cine se oyen más ruidos que en casa, es complicado seguir un argumento.
Si el precio es más caro que otras alternativas de ocio, están perdidos los cines.
Si solo ponemos películas americanas y todos los cines cuestan el mismo precio, solo algunas salas y sesiones se salvarán y por poco tiempo.
Si los cines solo están en los Centros Comerciales, los convertimos en parte del consumo en general, y es una equivocación porque resulta más barato perderse por los pasillos del Hiper o visitando tiendas que pagando 6 euros por una película que nos pondrán en la tele o nos bajaremos de Internet en un par de meses.
¿Soluciones? Volver los cines a su sitio de origen, los barrios. Poner un precio distinto y diferenciar salas según tipo de cine, entregando en la entrada un pequeño folleto sobre la misma. Regalar al inicio de la película con la visión de un cortometraje o dos, para que el espectador vea que hay “otro cine posible”. Cuidar la sala en cuanto a comodidad, sonido, posibilidad de verlas en versión original o dobladas con cascos. Prohibir la comida de palomitas dentro de la sala pero tener una cafetería junto a ella para tal fin, para los que no quieran ver los cortometrajes o diferenciar horas de palomitas y horas de no palomitas. No repetir la misma película en los mismos horarios. Crear bonos de películas para una cadena de cine con precios sensiblemente diferentes. Y bajar los precios en general para que suban los clientes. Seguro que las cuentas saldrán mejor.
Eso o hacer cine para televisión y vídeo y seguir vendiendo las grandes salas para tiendas de moda.