Era un local cutre, ligeramente hundido en el suelo de la calle secundaria del centro de la ciudad y con aspecto de bar. Su barra era larga pero vieja y sólo un hombre con traje gris se apoyaba en ella junto a un vaso ya vacío de vino de polvos. Entramos con precaución, como se entra en estos sitios en donde sabes que te estás jugando la vida y miramos a los ojos del camarero con cuidado de no dañarle la autoestima, porque el local era de todo menos de lo anunciado en el cartel.
Dos trozos secos de tortilla esperaban un alma caritativa a ser retirados del plato escondido tras una vitrina manchada de polvo y humedad. Nunca hubiera permitido que mis amigos la probaran, pero si mis enemigos.
El calendario de la pared nos indicó claramente que no nos estábamos equivocando. Marcaba un año imposible.
--¿Es aquí donde se traspasa información entre partidos?
Los dos hombres del local me miraron con cara de sueño o de alcohol, pero sólo el camarero me contestó y con desgana
-- ¿Mandeeeé?
Dos trozos secos de tortilla esperaban un alma caritativa a ser retirados del plato escondido tras una vitrina manchada de polvo y humedad. Nunca hubiera permitido que mis amigos la probaran, pero si mis enemigos.
El calendario de la pared nos indicó claramente que no nos estábamos equivocando. Marcaba un año imposible.
--¿Es aquí donde se traspasa información entre partidos?
Los dos hombres del local me miraron con cara de sueño o de alcohol, pero sólo el camarero me contestó y con desgana
-- ¿Mandeeeé?