Para todos nosotros la vida exitosa será aquella en la cual obtengamos un título en la Universidad, para después conseguir un puesto de trabajo que no proporcione unas buenas ganancias, y la posibilidad de ascender lo que supone todavía una mejora económica. No es necesario ser felices ni trabajar mucho, ni pensar en los demás.
Finalmente a los cincuenta, cansados de engañarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, empezaremos hacer méritos para ir al cielo en el futuro, y por ello decidiremos mandar dinero a un orfanato de Guinea Ecuatorial o apadrinar a un pobrecito somalí, o incluso en algunos casos, ayudaremos con unas monedas a los que viajan hasta Etiopía para dar un balón de fútbol a los niños pobres del poblado de Meki.
Y aquí es donde quería yo llegar, al extremo opuesto de la vida, a la gente que vive en países como puede ser Etiopía, personas que dejan su familia y su hogar rural para viajar hasta la capital de su país, en busca de un trabajo con el cual obtener dinero, para dar mejor calidad de vida a los suyos.
Nosotros les hemos enseñado que el dinero da la felicidad, y salen en su búsqueda, perdiendo los valores que les quedaban, y dejan en su pueblo no solo a la familia y los amigos, sino también la risa, la ilusión, el cariño y las ganas de vivir, terminando la mayoría hundidos en la frustración y la desesperación, mendigando en las calles, volviéndose egoístas y fríos, sobreviviendo a los días, gracias a los recuerdos que les quedan del pasado o a los deseos de escapar a otros países.
También en Etiopía hay ricos muy ricos, y pobres tirados por las calles sin poder sobrevivir. El ser humano copia todo lo malo. Lo bueno…, lo bueno es más difícil de copiar.