Ayer me hicieron un catéter hasta las entrañas del corazón desde la vena radial del brazo derecho. La medicina en el Hospital Miguel Servet de la Seguridad Social de Zaragoza consigue que en pocas horas te hayan diagnosticado tus problemas coronarios sin pérdida de tu sensación de ser humano.
Cuando una persona entra pensando que sus coronarias pueden estás dominándote, y el trato que recibe es sumamente medido para que siempre piense que sigues dominando tu propia vida. Eso es de aplaudir.
Cuando tienes que soportar con calma cómo te van metiendo por el brazo hasta el corazón tubitos finos para poder ver lo que no se observa de ninguna otra forma, y lo hacen con sumo respeto a tus propias sensaciones, es de agradecer.
Y lo curioso y que nos tendría que hacer pensar un poco a todos, es que en todo el proceso, en el que pudieron intervenir fácilmente casi docena y media de profesionales, todas eras mujeres.
Ni un solo varón para romper la estadística. Desde la señora madura que con sumo tacto y profesionalidad te afeita todo lo necesario, hasta la doctora jefa. Desde la enfermera que no dejó un momento mis constantes sin controlar desde la habitación hasta la otra a la que me llevó por el hospital en busca de los rayos X y del quirófano.
Por cierto, un beso a la becaria (con perdón) que atentamente escuchaba las explicaciones. Me hizo verme reflejado cuando me ha tocado atender a mis propios becarios de Artes Gráficas.
Cuando una persona entra pensando que sus coronarias pueden estás dominándote, y el trato que recibe es sumamente medido para que siempre piense que sigues dominando tu propia vida. Eso es de aplaudir.
Cuando tienes que soportar con calma cómo te van metiendo por el brazo hasta el corazón tubitos finos para poder ver lo que no se observa de ninguna otra forma, y lo hacen con sumo respeto a tus propias sensaciones, es de agradecer.
Y lo curioso y que nos tendría que hacer pensar un poco a todos, es que en todo el proceso, en el que pudieron intervenir fácilmente casi docena y media de profesionales, todas eras mujeres.
Ni un solo varón para romper la estadística. Desde la señora madura que con sumo tacto y profesionalidad te afeita todo lo necesario, hasta la doctora jefa. Desde la enfermera que no dejó un momento mis constantes sin controlar desde la habitación hasta la otra a la que me llevó por el hospital en busca de los rayos X y del quirófano.
Por cierto, un beso a la becaria (con perdón) que atentamente escuchaba las explicaciones. Me hizo verme reflejado cuando me ha tocado atender a mis propios becarios de Artes Gráficas.