Hoy hace 70 años, la gente paseaba por las calles con calor, muchos de nuestros abuelos empezaban la siega o trillaban si eran de tierras más cálidas, o pasaban el día tranquilamente, ajenos al dolor que se les venía encima si vivían en zonas rurales o estaban intranquilos por los que inevitablemente se imaginaban que iba a suceder, mientras unos pocos militares y políticos empezaban a repartirse la nueva historia que querían escribir con la sangre de todos.
Nadie podía imaginar que mañana iba a ser el principio del dolor. Un dolor provocado por media España, y que durante demasiados años produjo dolor, hambre y sangre. Siempre una media España que rompe a la otra media España.
No hay que revisar el pasado, creo yo, hay que mirar el futuro, pero no intentar repetir los errores. Hay que saber que la diferencia entre la felicidad y la muerte puede a veces ser una delgada línea que no somos capaces de ver cuando se rompe. Por eso no debemos tensar los hilos hasta el ruido. Porque los hilos sí que avisan, ya lo creo, avisan y varias veces antes de romperse…, otra cosa es que no deseemos escuchar su sonido.
Sólo quiero recordar que en las guerras todos sufren, todos pierden, y que incluso los que ganan que son muy pocos, pierden la razón y la sensatez. Los que de verdad ganan suelen dejar en el camino a muchos de los compañeros, porque las mochilas pesan mucho cuando se llega a la cima.
Muchas veces no sirve sólo con pensar que la sociedad que enferma será capaz de solucionar por si sola sus propios problemas. A veces tendremos que tomar voz y solicitar cordura y mesura, para que todos sigamos teniendo posibilidades de opinar.